27.8.11

Nostalgias de Menfis

 por Mário Zambonin
Traducción © 2000 by Carolina Collazo Ibáñez

Larga vida para ti, mi hermano distante. Que los dioses vivos y muertos te prodiguen el pan, pero sobre todo la luz perenne que irradia en todas partes. Temo por mi suerte, bien lo sabes, desde mi transferencia a este miserable villorrio del delta oriental. Mi corazón partió en secreto, el viaja, sube el río para rever Menfis, mas permanezco atado a esta tierra extraña, en este suelo pantanoso donde se revuelcan rebaños, y cocodrilos. Mis peticiones fueron subrepticiamente bloqueadas por Kaper, el mezquino Jefe de Policía de Kenken-taue, y todas nuestras cartas leídas por él antes de llegar a su destino - todas, menos ésta, que irá a estar contigo llevando mi humilde sello todavía intacto. Cuento con el discreto auxilio de un mensajero fiel, veloz como una sombra, por cuyos servicios providencié (para que le sean entregados después de la ejecución de su tarea) incontables cántaros de cerveza, una vez que su desobediencia a las órdenes de Kaper podrá costarle las orejas o la nariz. Escribo para decirte adiós, pues lo más cierto, hermano, es que no nos veamos nuevamente sino del otro lado del horizonte; pero como podría dejar de contarte todo lo que omití en las demás cartas, y por tanto substraje a la inquisición de Kaper, si debo mi vida a esa prudente omisión? Desarrolla cuidadosamente este papiro, hermano mío, pues es a tu hermano distante que estarás explicando.

Kenken-taue es un antro de funcionarios astutos, mancomunados entre sí para sacar provecho de estos pobres campesinos y robar al faraón. Descubri sus saqueos por azar, y ya no tengo paz, pues desconfían que yo sea un agente de confianza del Visir, enviado para investigar y denunciar sus crímenes, y traman tirarme en mi horizonte; de ese modo, hermano, soy yo, que traigo el corazón leve cual pena de avestruz, quien debe huír sin demora, huír bien lejos. Están en eso casi todos los funcionarios graduados del lugar : el director, el director adjunto y el guía de los escribas, el guardián de los graneros, el tesorero jefe, el director de cuernos, cascos y plumas, sin hablar del infame de Kaper. Esa gente exige que hablemos delante de ellos, pero no nos escucha, habla de nosotros pero no habla con nosotros; no hay uno de ellos que no se proclame sabio y justo y conocedor de los secretos del cielo. Sus subordinados, esos disputan ventajas y promociones, y cultivan celosamente el precepto que entre los escribas es tenido como el ápice de la sabiduría : "Inclínate delante de tu superior y huélele los pies". Mi corazón se cansa de estar entre los hombres; quiere que me vaya para arriba o para abajo, me encuentro recluso en la más perfecta soledad, y ni la paciencia me puede ayudar. Malhechores a sueldo de Kaper acechan día y noche; mi corazón da saltos como un cabrito, pues sé que ellos solo precisan de un pretexto para guardarme en el poniente. Siendo seguido en mis pasos y teniendo mi correspondencia violada, no puedo alzar la voz para hacerme oír, y ni El, que tiene millones de orejas, podrá atender a mi sordo clamor. Además de eso, no tengo pruebas de lo que ocurre en Kenken-taue, a menos que como prueba se acepte considerar el estado lastimoso de su pueblo. Aquí ya no existen moldeadores de ladrillos, pues no hay paja, y mismo un escriba puede verse obligado a vivir debajo de un árbol; pero los templos son de piedra. Puedes imaginar, hermano, lo que es acostarse a la intemperie sin la protección del terebinto, entregado a la saña de tantos mosquitos como estrellas, o despertar por la mañana babeado por chacales y perros, todavía más numerosos que las mujeres del Dios bueno, que me seguirían, si los dejase, hasta el recinto donde me siento a hacer y rehacer listas fastidiosas? Me atasqué en este lugar hace casi cuatro llenas, y esta Tamareira, cuyos frutos jamás vi, me acogió bajo sus verdes hojas; pero hasta cuándo deberé permanecer a su sombra? Hasta que decidan mandar a mi encuentro al bandido que, sin forzar puertas, sin saltar ventanas, invadirá mi sueño y enterrará su daga en mi pecho?

Como me gustaría remontar el Nilo, nuevamente mirar la esfinge de garras magníficas, rever las albas murallas de Menfis y contemplarlas sin trabas, y más que todo, hermano, verte con salud y estrecharte en mis brazos! Pero pesa sobre mi la vigilancia obstinada de los hombres de Kaper, por lo que forjé un amargo plan, pero capaz de salvarme la vida. Como sabes, desde que vine para el Delta acostumbro visitar regularmente la ciudad de Busiris, donde fui iniciado en los misterios del Dios, y también Bubastis, cuyas fiestas en honor a Bastet comenzarán en breve. Esta noche partiré, debiendo llegar a Bubastis al inicio de la gran fiesta, a tiempo de participar de las orgías promovidas para la Diosa de la Alegría. Ese viaje rutinario no inspirará ninguna precaución adicional a los agentes de Kaper, que me seguirán, por cierto, pero luego serán distraídos por las celebraciones, mientras yo estaré atento y diligente. Prestaré con especial fervor mis tributos a Bastet, después encontraré a aquel que, en silencio, rapará mi cabeza; calzaré sandalias de papiro, lanzaré sobre el cuerpo inmaculada túnica de lino, y saldré de la ciudad semejando a un sacerdote de Osiris. Pasará mucho tiempo hasta que los hombres de Kaper perciban mi huída; ellos vigilarán el inmenso desierto y detendrán los barcos al subir al río, pero nunca adivinarán que yo, sereno como de hábito, habré descendido el río y adentrado en el mar, abandonando mi país para escapar de un destino atroz.

Mientras los capangas de Kaper estén llevándose bastonazos en las manos y en los pies, apuntaré para el norte, pasaré por Palestina e iré a Mesopotamia, donde se murmura la invención de un nuevo juego, diferente de cuantos juegos conocidos, y jugados. Si la suerte me acompaña, mi sol renacerá, y viviré una nueva vida, tal vez allí, tal vez entre los pueblos del desierto, tal vez lo bastante para volver a verte, hermano; mas puede ser que yo perezca en manos de salteadores o de las milicias imperiales, siendo abandonado en el desierto sin que nunca se hagan mis funerales, y que, privado de ofrendas, tenga que beber mi orina y comer mis excrementos. Sea como fuere, no te aflijas, hermano, pues mismo que yo vaya a entrar en el horizonte, mismo que las horas incesantes vengan a devorar nuestra amada Menfis, y mismo que termines por olvidarte de mi, seré contigo, hermano, pues mi corazón partió en secreto junto a ti.



 escrito em 1994, originalmente publicado em caosmos.com (site extinto)

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